A quererte de la cuna hasta el cajón...

Por Aldana Valdez

Vení, Allegra, sentáte acá con tu abuelo. Hay una cosa que quiero decirte. ¿Alguna vez te conté mis épocas de joven, cuando me escapaba de casa para viajar a la Doble Visera?...

Quizás ahora me notas así, un hombre serio, con menos movilidad que en aquellos años. También es una realidad que ya no estoy para aquellos trotes. Soy un hombre de familia... no podría dejar a tu abuela sola e irme de casa como cuando era un adolescente. 

Recuerdo que un día -como tantos otros- mi madre se había disgustado conmigo y me impuso el peor castigo de todos: "Oscar, me llevé tu radio. La tengo escondida. Tenés prohibido acercarte a ella. Este fin de semana no hay fútbol para vos. Lo lamento, es por tu bien...", me dijo. Me acuerdo como si hubiese sido ayer. En ese momento, lo primero que se me cruzó por la cabeza fue huir de ese calvario. ¿Dejarme sin fútbol? o mejor dicho, ¿dejarme un domingo sin ver a Independiente? No pude aceptarlo.

En mi pieza, pegada a la cama, había un ventanal que daba a la calle principal del pueblo. Por allí, solía irme cada vez que los viejos dormían. A juntarme con mis amigos, luego, obviamente, regresaba, haciendo el menor ruido posible, para evitar ligarme algún que otro reto.

Era un domingo... no puedo recordar con exactitud la fecha. Sí me acuerdo que jugábamos en la Doble Visera, a la tarde. Daba el tiempo justo para llegar desde Vidal hasta Avellaneda. Aproveché que mis padres dormían, agarré mi boina, unos pocos ahorros que tenía guardados, abrí la ventana y me escapé. Afuera, me estaba esperando mi compañero de cancha, Ricardo. Seguramente a muchos les pasa que entre festejo de gol y festejo de gol, que te abrazas con uno, que le das la mano a otro, terminas haciendo grandes conocidos en las tribunas. A él lo conocí así, en el medio de la popular. Casualmente y si bien "Ricardo" era un nombre muy común, yo no era un hombre que tuviese una excelente memoria. De él me acordaba porque se llamaba como mi máximo ídolo, "El Chivo" Pavoni. A su vez, también coincide con el nombre otro gigante que vistió la camiseta del 'Rojo', el querido "Bocha".

Ricardito -como le decía, porque sabía que "Ricky" no era de su agrado- no vivía en el pueblo. Era de zonas aledañas a Vidal. 

Esa madrugada, salimos de casa con poco dinero en el bolsillo. Yo trabaja, pero lo que ganaba quedaba en casa para darle una mano a los viejos y él... Bueno, él era un sobreviviente. Comía si encontraba qué, dormía si veía algún lugar para hacerlo... era un muchacho de recursos limitados. Entonces, no nos quedó otra que hacer lo que hacen las personas que deben rebuscárselas para viajar de un lugar a otro sin plata: a dedo.

Evidentemente, ese día estaba pronosticado a favor nuestro. Como nunca, pasó un camión que justo tenía que ir a entregar mercadería a Sarandí. Logramos convencer al "Gordo" -como se hacía apodar el señor- de que nos tirara en la estación de Avellaneda. Para más, se ve que nos vio cara de no tener un mango y evitó pedirnos una recompensa por el viaje. Eso sí, los mates no faltaron. Las 4 horas y media hasta la zona sur de Capital no se pasaban rápido sin unos buenos verdes de por medio.

Llegamos a Avellaneda, caminamos las 6 o 7 interminables cuadras hasta llegar al templo. Una vez en la "Doble Visera", había que sacar entrada. El gran problema se venía, porque no había plata ni siquiera para pagar una popular. Cuestión, un hombre muy copado nos facilitó el acceso, nos pidió por favor que no dijéramos que él nos había permitido pasar y que nos apuráramos a ingresar porque los equipos ya habían salido a la cancha.

Obviamente, ese partido lo ganó Independiente. Uno de los tantos... por su puesto. Te imaginarás el rival... En el viaje de regreso, volvimos en el auto de uno de los muchachos que conocimos en la cancha, la verdad que ni me acuerdo su nombre, lo único que sé es que nos llevó porque le habíamos caído bien y, además, porque le quedaba de pasada. El iba para Mar del Plata. 

¿Ahora entendés la pasión que siento por el 'Rojo'? ¿Las cosas que hice y que hoy, si me diera el cuerpo, continuaría haciendo? Creo que esto es algo que se siente, nadie te puede inculcar el equipo del cual ser hincha, Al... Yo, simplemente, puedo contarte lo que hice y porqué lo hice.

Para mí Independiente era más que mi equipo de fútbol... es el día de hoy que lo sigue siendo. Ahora lo miro desde casa, tranquilo. Ya no lloro como antes, pero si aliento desde acá recordando aquellos viejos tiempos en la Doble Visera. El amor por el 'Rojo' trasciende las edades, las distancias, las personas y los momentos. El fútbol es así, maravilloso. Hace que puedas pasar por todos los estadíos emocionales en cuestión de minutos. De la bronca por errar un gol, a la felicidad y el llanto por hacerlo, incluso a la desazón porque te empaten en el último minuto, o la alegría extrema por ganarlo, sobre la hora, con un gol de carambóla. Esa es mi historia. Aún no entiendo porqué te la conté... simplemente, sentí que era el momento justo para hacerlo. Cuando tu madre estaba embarazada de vos, recuerdo haberte hablado a la panza: "Vos vas a ser hincha de Independiente..."

Y así fue. Hoy, ya han pasado once años de aquella charla entre Oscar y Allegra. La historia se repite. Ella asiste a todos los partidos de local de Independiente, canta y alienta junto a la hinchada. Grita los goles como si cada partido fuese una final del mundo; hasta ha llegado a emocionarse con el 'Rojo'. Apoyó al equipo en el peor momento, desde el 15 de junio de 2013 hasta el 14 de junio de este año más que lo que lo había hecho en las épocas gloriosas. Incluso, va a dispar con un cántico particular; "Y mi abuelo me enseñó, a quererte de la cuna hasta el cajón..." aclama. Siempre, recordando a su abuelo. Compartiendo y repitiendo su pasión, sus locuras y sus mañas. Porque el 'Rojo' para ella, como para todos, es un sentimiento único e inexplicable.